jueves, 26 de junio de 2014

Bienvenidos al futuro


En el año 2000, Kevin Warwick, profesor de cibernética, y su mujer conectaron sus cerebros entre sí a través de un chip implantado en el cerebro del marido. Kevin Warwick fue el primer cyborg. En uno de sus experimentos, ya con el chip implantado, logró controlar un brazo robótico situado en UK mediante las señales eléctricas de su cerebro mientras él se encontraba en NY. El apoteosis llegó con esa unión sobrenatural con su cónyuge mediante unos implantes cerebrales con los que pudieron enviarse señales de un sistema nervioso a otro. Su mujer fue capaz de mover el brazo de Kevin con su mente. Sobre esta experiencia, él reconoce “fue muy íntimo, incluso más que el sexo”.
Cuatro años más tarde, Neil Harbisson se instaló el eyeborg, una antena permanente en su cabeza que le permite escuchar colores. La enfermedad congénita que padece le impide recibir colores distintos al blanco y negro. El dispositivo que incorporó a su cuerpo es un sensor que recibe las frecuencias de la luz al mismo tiempo que son convertidas por un chip instalado en su cerebro en frecuencias audibles, de ahí que oiga colores. 
En 2014, me crucé con él en el aeropuerto de Lisboa. Era él porque no existe nadie más con semejante incrustación en la cabeza.


Precisamente este gadget le ocasionó dificultades a la hora de volar, ya que no le estaba permitido aparecer en la foto del pasaporte con su “tercer ojo”; él recurrió y consiguió que le otorgasen el estatus de cyborg para justificar esa nueva parte integrante de su ser.
Gracias a su ojo artificial puede percibir el color desglosado en tres unidades: luz, tono y saturación. Cada propiedad las recibe por separado: la cantidad de luz -oscuridad/claridad- a través de sus ojos; el tono le llega por el sensor, el cual transforma en sonidos y la saturación como el volumen de esos sonidos. Toda esta actividad sinestésica conllevó que su cerebro aprendiese a organizar nuevos estímulos en forma de sonido. Sobre el color violeta comenta que está por debajo del ultravioleta que “no rebota en la piel sino que la traspasa pudiendo provocar enfermedades”– el espectro de ondas electromagnéticas sitúa los rayos UV como los no visibles por el ojo humano- .

En 2045, tendrá lugar la transmigración de mente a  recipiente corpóreo y podremos ganar terreno a la vejez.  Mientras tanto, se buscan voluntarias que cedan a la ciencia su cuerpo joven para ese propósito y con ello pasarán a engrosar la lista de aquellos que están dispuestos a hacer historia en la era del transhumanismo.









No hay comentarios:

Publicar un comentario