Bienvenidos al futuro
En el año 2000, Kevin Warwick, profesor de cibernética, y su mujer conectaron sus cerebros entre sí a través de un chip implantado en el cerebro del marido. Kevin Warwick fue el primer cyborg. En uno de sus experimentos, ya con el chip implantado, logró controlar un brazo robótico situado en UK mediante las señales eléctricas de su cerebro mientras él se encontraba en NY. El apoteosis llegó con esa unión sobrenatural con su cónyuge mediante unos implantes cerebrales con los que pudieron enviarse señales de un sistema nervioso a otro. Su mujer fue capaz de mover el brazo de Kevin con su mente. Sobre esta experiencia, él reconoce “fue muy íntimo, incluso más que el sexo”.
Cuatro
años más tarde, Neil Harbisson se instaló el eyeborg, una
antena permanente en su cabeza que le permite escuchar colores. La
enfermedad congénita que padece le impide recibir colores distintos
al blanco y negro. El dispositivo que incorporó a su cuerpo es un
sensor que recibe las frecuencias de la luz al mismo tiempo que son
convertidas por un chip instalado en su cerebro en frecuencias
audibles, de ahí que oiga colores.
En
2014, me crucé con él en el aeropuerto de Lisboa. Era él porque no
existe nadie más con semejante incrustación en la cabeza.
Precisamente
este gadget le ocasionó dificultades a la hora de volar,
ya que no le estaba permitido aparecer en la foto del pasaporte con
su “tercer ojo”; él recurrió y consiguió que le otorgasen el
estatus de cyborg para justificar esa nueva parte integrante de su
ser.
Gracias
a su ojo artificial puede percibir el color desglosado en tres
unidades: luz, tono y saturación. Cada propiedad las recibe por
separado: la cantidad de luz -oscuridad/claridad- a través de sus
ojos; el tono le llega por el sensor, el cual transforma en sonidos y la
saturación como el volumen de esos sonidos. Toda esta actividad
sinestésica conllevó que su cerebro aprendiese a organizar nuevos
estímulos en forma de sonido. Sobre el color violeta comenta que
está por debajo del ultravioleta que “no rebota en la piel sino
que la traspasa pudiendo provocar enfermedades”– el espectro de
ondas electromagnéticas sitúa los rayos UV como los no visibles por
el ojo humano- .
En
2045, tendrá lugar la transmigración de mente a
recipiente corpóreo y podremos ganar terreno a la
vejez. Mientras tanto, se buscan voluntarias que cedan a la
ciencia su cuerpo joven para ese propósito y con ello pasarán a
engrosar la lista de aquellos que están dispuestos a hacer historia
en la era del transhumanismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario